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Mi experiencia cuando adopté una mascota. Atrévete a vivirla, lo único que recibirás a cambio es AMOR, mucho AMOR

Si hay algo de lo que tengo certeza es de que las Almas peludas te encuentran a ti y no tu a ellas.  Lo afirmo con total convicción porque después de varios años de convivir con Lola y Pecas, ambas adoptadas, o mejor, recogidas directamente de la del abandono de la calle, han sido ellas las que me han demostrado que me eligieron ese día y en ese momento particular, para llegar a mi vida a ocupar el lugar que ellas mismas construyeron a lo largo del tiempo.

 

Era el mes de noviembre de 2014, domingo, y me encontraba con algunos amigos en el municipio de Caldas, Antioquia, en una vereda de la cual no recuerdo el nombre, íbamos a ver unos vehículos clásicos que uno de ellos tenía guardados en su finca.  Al llegar allí y abrir la puerta del lugar donde se encontraban, una bodega parcialmente techada pero totalmente encerrada, salió ella, pequeña, flaca, sucia, huesuda, hambrienta y sedienta, pero a su vez feliz, cariñosa, juguetona, amigable y muy muy agradecida por haberla encontrado allí ese día. 

Supuse que era del propietario del lugar y de inmediato lo increpé debido a las deplorables condiciones en las que estaba el animal, puesto que en la finca no residía nadie de tiempo completo, asumí que ella estaba allí abandonada y encerrada a su suerte, pues no había nadie que se ocupara de sus cuidados básicos, ni siquiera de su alimentación.  Su respuesta fue negativa, expresó no conocerla ni tampoco su procedencia, y me exhortó a llevarla conmigo si tanto me preocupaba, dicha idea resonó fuertemente en ambas cabezas, en la de la pequeña abandonada y en la mía.

La perra no se separó de nuestro lado durante todo el tiempo que permanecimos en el lugar; su actitud alegre, cariñosa y juguetona se robó mi atención, parecía presentir que justamente ese día mi esposa y yo habíamos decidido adoptar un perro y dirigía toda su energía a elegirme e irse a mi casa conmigo ese mismo día.  Lo logró, al terminar el recorrido por el lugar me dirigí a ml carro y al abrir la puerta y sin mediar ladrido se instaló en la silla del pasajero de un solo brinco.  No hubiera sido humano bajarla del carro aún a sabiendas que el perro que íbamos a adoptar llegaría ese mismo día procedente de la finca de un familiar, otra perra abandonada con una historia bastante difícil, pero que de una u otra forma gozaba de un techo, alimentación y cuidados básicos, cosas de las cuales carecía totalmente mi nueva pasajera.

Encendí el motor, llamé a mi esposa y le dije, piensa un nombre para una perra y cancela el viaje de Sofi por ahora (hoy en día se llama Pecas y también vive con nosotros, ama profundamente su hermana adoptiva), hubo preguntas pero solo le dije, más tarde entenderás.   Minutos más tarde llegamos a nuestra casa, mi esposa sentía un poco de desconfianza y miedo pero yo sabía que ella había decidido estar allí y sería nuestra más fiel compañera por muchos muchos años.  Decidimos llamarla Lola.

De inmediato la llevamos con el veterinario, su estado era realmente precario, pesaba tan solo 9 kilos de aproximadamente 16 que debía pesar debido a su tamaño y contextura, solo se contaban huesos, costillas, heridas pulgas y garrapatas.  Se le instaló un catéter y hubo que asistir con ella durante una semana dos veces diarias para aplicación de diferentes medicamentos intravenosos para combatir diversas enfermedades que la agobiaban, más tarde los exámenes médicos practicados evidenciaron que padecía erliquiosis crónica, enfermedad producida por un parásito y que les ocasiona anemia de por vida. 

Pasadas dos semanas Lola empezaba a ganar peso, seguía comiendo como si cada comida fuera la última de su vida, esto se conoce como apetito aberrante y es un comportamiento ocasionado precisamente por la falta de alimento en su época de abandono, es por ello que cada vez que disponen de comida la quieren consumir de inmediato para no arriesgarse a perderla.  Lentamente sus problemas de salud se iban quedando en el olvido.  Lo único que no cambiaba era su actitud, la misma desde el primer día, feliz, cariñosa, juguetona, amigable y todos los días más y más activa, amorosa y agradecida con sus nuevos dueños humanos, y digo agradecida porque desde el primer día mostro un grado de educación y de buen comportamiento para la vida en un apartamento que nos indicaba que tal vez no había pasado toda su vida en la calle y que con su actitud nos quería demostrar que había llegado para quedarse para siempre.

Lola no fue mi primera mascota, pero si la primera en llegar en estas circunstancias a nuestra vida, puedo decir que hoy en día es casi mi sombra, donde estoy yo, esta Lola, demuestra amor y agradecimiento en cada acción, es protectora y no distingue entre un pitbull y un Yorkie a la hora de defendernos, es guardiana de su casa y de su entorno.

Un par de años mas tarde y por motivos de salud fue necesario traer a Sofi a la ciudad para recibir atención médica, su diagnóstico fue Cáncer (Hemangiosarcoma Cutáneo) y la recomendación, quimioterapia durante 4 a 6 meses cada tres semanas, por esta razón decidimos que se quedaba en la casa y pasaba a formar parte de nuestra familia.

Su primer encuentro con Lola fue una riña donde solo se contaban dientes y ladridos, mi esposa pareció rendirse y creyó que no iba a ser posible su convivencia, pero no había otra opción, a partir de ese día iban a ser hermanas adoptivas y a compartir el mismo techo y la misma familia humana.  Logramos calmar los ánimos y desde ese mismo momento empezaron una relación extraordinaria, su llegada ayudó a Lola a superar una etapa difícil en la que su ansiedad por estar mucho tiempo sola en la casa la estaba llevando incluso a hacerse daño tratando de escarbar siempre en un mismo punto de una pared, un comportamiento conocido como ansiedad por separación muy común cuando deben pasar largos períodos de tiempo solos durante el día.  La llegada de Sofi (hoy en día llamada Pecas) supuso el final de este comportamiento, Lola ahora tenía su gran compañía.  Han pasado ya casi tres años de la llegada de Pecas, ha sido muy fuerte, superó el cáner y vive sana y feliz.

6 años después de la llegada de Lola y 4 de la de Pecas, podemos afirmar con total certeza que son dos perras felices, son grandes compañeras y realmente sienten amor perruno la una por la otra, no se desamparan; nosotros somos felices de haber salvado dos Almas peludas de una vida difícil y sin amor, de haberles proveído un hogar y haberles dado la mejor vida posible.

Hoy en día comparten su vida con un nuevo ser, Joaquín, nuestro hijo de casi tres años.  Para ambas ha sido un poco difícil su presencia a medida que crece, pues cada vez es más pesado su juego con ellas, ambas lo han querido, respetado y protegido desde que nació, a pesar de sus juegos pesados e incluso bruscos, siempre se han mantenido pacientes y comprensivas y más aún, maestras de que puede hacer y que no, en circunstancias Lola lo pone en su lugar con una breve muestra de sus colmillos y un gruñido radical, claramente le está diciendo, NIÑO ASÍ NO SE JUEGA CON UN PERRO, al o que el responde con una risa nerviosa y simplemente abandona el juego en ese momento; Lola jamás se ha sobrepasado este punto, Pecas por su parte prefiere escapar de sus garras y dejarlo jugando solo cuando no lo soporta más, ella no gasta energías educándolo, deja ese trabajo a Lola; jamás le han hecho y estamos seguros que jamás le harán daño y por el contrario nos ayudan a enseñarle como tener una mascota de manera responsable.

Esta es nuestra historia de cuando adoptamos no sólo una, sino dos mascotas, jamás nos arrepentimos de haberlo hecho y esto se debe a que todo lo que hemos hecho por ellas se ha devuelto en amor y agradecimiento para con nosotros.  Te invito a que vivas en carne propia esta historia y te des la oportunidad de adoptar una mascota, cambiará tu vida para siempre.  Y cuándo lo hagas, no dejes de pasar por Almas peludas, AQUÍ encontrarás los mejores productos para hacer su vida más feliz y saludable.